Ejemplo de solución de un dilema
Lo que sigue
es la solución al dilema expuesto al principio.
Enumerar varias opciones
Pueden,
claro está torturar al preso y conseguir su confesión. Pueden también negarse a
hacerlo y afrontar las consecuencias que se derivan de la amenaza de su
comandante. Una tercera opción es denunciar la exigencia del comandante a los
mandos superiores, haciendo ver que no está permitido torturar a los
prisioneros. Aunque difícil, pueden intentar convencer al comandante de que no
se debe torturar a ningún preso, proponiendo como alternativa organizar un
grupo que salga a buscar a los compañeros. También pueden interrogarle con
dureza, pero sin llegar a torturarle y, en último término, fingir que los han
torturado.
Justificar nuestra conducta: argumentos a favor de cada opción
A) Estos son los posibles
argumentos a favor de torturarles:
-
Es posible que los presos, que se
niegan a colaborar con el enemigo en condiciones normales, no soporten la
tortura y hablen para dejar de sufrir dolor, lo cual, aunque no garantiza que
los compañeros sean liberados, sí entraña una posibilidad más para ello
-
Teniendo en cuenta que los presos
no van a colaborar si no utilizan la tortura, es bastante probable que no
encuentren a sus compañeros y que éstos acaben muertos al no liberar a los
presos talibanes.
-
Los talibanes no volverán a
recurrir a ese tipo de amenazas, al ver que no tienen efecto.
-
Quizá consigan una confesión y en
ese caso podrían salvar a sus compañeros. Por mínima que sea la probabilidad de
que confiesen hay que intentarlo, pues la vida de los compañeros vale mucho más
que la de los talibanes presos.
-
No torturarlos implicaría
desobedecer las órdenes de un superior y eso es grave dentro del ejército.
-
De esa forma conseguirían dar un
escarmiento ejemplar, sobre todo si se corre la voz entre los talibanes de los
buenos torturadores que son Nelson y Juan.
-
Se lo merecen. Ellos han jugado
sucio secuestrando a sus compañeros y ahora van a pagar por ello.
B) Esos son los posibles
argumentos a favor de no torturarles:
-
La persona que tortura puede
volverse insensible y cruel, dado que los actos concretos son los que confieren
un modo de ser a la persona: somos lo que hacemos.
-
Cuando los enemigos talibanes
sepan que los soldados torturan, su deseo de luchar contra ellos y matarlos o
expulsarlos del país, aumentará
-
Es posible que se arrepientan de
haber torturado a otra persona y convivan con el sentimiento de culpa toda su
vida.
-
No hay que hacer daño a otras
personas y al torturar a alguien se
inflige un gran daño físico, psíquico y moral a la persona torturada.
-
La tortura es una práctica
prohibida por los DDHH en cualquier situación, incluida la guerra.
-
Las declaraciones obtenidas bajo
tortura no suelen ser muy fiables.
-
Torturarlos, aunque sea un hecho
aislado y sólo se torture a unas pocas personas y se haga por una buena causa,
implicaría perpetuar en el mundo una práctica que atenta directamente contra la
dignidad de las personas y que, por tanto, no se debe permitir por ningún
motivo y en ninguna circunstancia. No respetar ni valorar la dignidad de la
persona no atenta únicamente contra aquel individuo concreto que está siendo
torturado, sino contra todas las personas del mundo.
-
Normalmente y salvo excepciones,
cuando las personas creen firmemente en su lucha no hay forma humana ni
inhumana de hacerles confesar (son capaces de dar la vida, la suya y la de sus
hijos antes de hablar o de favorecer al enemigo).
Análisis del problema
En el ejército, la obediencia a las
órdenes de un superior es un valor muy importante. Se espera de un soldado que
obedezca a sus superiores cuando estos le dan una orden o le imponen una
misión. En este caso está clara la orden que les ha dado el comandante.
En caso de no obedecer van a padecer
castigos u otras consecuencias negativas, pues el comandante les hará pagar su
desobediencia. Su vida en el cuartel va a ser peor.
Además, en la vida cotidiana y también en
el ejército es importante la amistad y el compañerismo; debemos ayudar y
proteger a nuestros compañeros. Sus compañeros están en peligro de muerte y
ellos deben ayudarlos, para evitar que pierdan la vida.
Junto a la amistad, deben tener en cuenta
la lealtad a su unidad del ejército y a los compañeros, a los que no pueden
fallar en momentos difíciles.
Por otra parte, la tortura está
expresamente prohibida en la
Declaración de Derechos Humanos y en las leyes de todos los
países. Torturar es un acto que va contra derechos fundamentales de las
personas y contra las leyes vigentes.
Por último, torturar significa infligir un
daño físico o psicológico considerable a una persona que está indefensa,
dejando secuelas duraderas.
Los tres valores más importantes son: la
vida de sus compañeros: el respeto a la dignidad de todas las personas; la
obediencia en el ejército.
Solución
A pesar de la casi segura muerte de mis
compañeros, en ningún caso recurriría a la tortura. No siempre el fin justifica
los medios y, además, ciertos medios son contraproducentes pues terminan
provocando males mayores que los que se quieren evitar.
La tortura es una práctica inhumana y
degradante, en la que se humilla y se inflige un daño difícilmente reparable a
unos seres humanos. Todo ser humano, incluso aquellos que se han comportado
injusta o indignamente, debe ser respetado y tratado como tal. Este respeto
incondicional es lo que marca la diferencia clara entre quienes obran mal y
quienes obran bien.
Por otra parte, aunque algunos mantienen
que la tortura es eficaz, nada garantiza que vayan a decir la verdad. Las
confesiones obtenidas bajo tortura no suelen ser demasiado fiables, pues es
posible que las personas, bajo el dolor
padecido, procuren dar información, aunque no sea cierta. Incluso pueden ser
fuertes y negarse, lo que podría exigir acabar con su vida para evitar que el
hecho de la tortura sea conocido. Además, el prestigio de nuestras tropas entre
la población y el enemigo se verá seriamente dañado. Si llega a los talibanes
la noticia de que sus compañeros han sido torturados, es bien posible que a
partir de ese momento luchen con más determinación, evitando por todos los
medios ser capturados por los soldados. No nos temerán más, sino que aumentará
su odio y su deseo de acabar con nosotros.
Cierto es que mis compañeros pueden esperar
de nuestra lealtad que hagamos todo lo posible por salvarlos, pero tanto ellos
como yo sabemos que en una guerra podemos morir y aceptamos el riesgo. La
guerra es una situación muy dura, en la que se saltan con facilidad todas las
normas morales, pero en todo caso hay límites que no se pueden traspasar y uno
de ellos es el respeto a la vida de los prisioneros. Es más, en caso de
torturar, me sentiré culpable; si no lo hago y matan a mis compañeros, los
culpables serán los talibanes no yo. No hacerlo me ayudará a conservar mi
propia dignidad y a no sentirme culpable. Lo importante no es tanto lo que
hacen los talibanes o lo que se merecen, sino lo que hago yo mismo. El que
ellos obren mal no me autoriza a obrar mal yo también. Además les haremos ver a
los talibanes que no vamos a ceder nunca a su chantaje y la población se dará
cuenta de que nuestro comportamiento es
mejor que el suyo.
Cierto es que debo obedecer a mis
superiores, pero no cuando estos mandan algo que es profundamente inmoral. La
obediencia debida no es justificación para cometer actos inmorales, como se ha
podido comprobar en otras situaciones parecidas. Nuestras tropas luchan para
conseguir que en el país que ocupamos, Afganistán, se implante una sociedad más
justa y haya paz, pero la tortura es contraria a esos fines. Si llegan a
castigarme por ello, será injusto pero tendré que aceptarlo, pues siempre es
mejor padecer una injusticia que cometerla.
En definitiva, las razones anteriormente
expuestas hacen ver que es mejor negarse a obedecer la orden. Los posibles
beneficios de hacerlo no están claros, y si están más claros los daños que
pueden ocasionar. Y lo que es fundamental: hay valores morales básicos que
nunca pueden ser atropellados y vulnerados.